El impacto del diagnóstico en psicoterapia
Daniel se presenta a la consulta “Vengo porque soy ansioso”. Micaela expresa “vengo porque me dijeron que soy muy tímida y creo que tienen razón…”, Francisco comenta “estoy acá porque soy celoso”. Y así se repite “soy…”,” tengo…”,” leí en google y dice que soy…”. Como profesional voy a tratar de invitarte a que puedas (en el caso de Daniel) pensar lo siguiente” no sos ansioso…sos Daniel…que menciona que tiene determinada sintomatología…”.
Las palabras y los diagnósticos tienen un peso importantísimo en la formación de nuestra personalidad, así como también en la configuración de nuestros síntomas que provocan el malestar.
Es como si a estas personas les pedirías su documento de identidad y en el lugar de nombre y apellido estaría inscripto “trastorno de ansiedad” (entre tantos). Los trastornos mentales existen, claro, según los libros son un grupo de síntomas que si sumas cierta cantidad en cierto tiempo te va a dar como resultado un diagnóstico determinado. En esta oportunidad quiero hacer referencia cuando los que se apropian de un diagnostico no son los manuales, sino los propios seres humanos.
Separemos las aguas, la medicina y la psicología son profesiones del ámbito de la salud, pero una de las grandes diferencias radica en que mientras la medicina precisa saber el diagnóstico para poder brindarte el medicamento afín a esa patología. La psicología trata de realizar lo contrario, poder quitarte ese “traje”, esa “carga”, esa “etiqueta”, que la puedas contemplar y puedas permitirte percibirla de otra manera y puedas repreguntarte “¿esta carga me pertenece?”, “¿es realmente mía?”, “¿no habrá sido que me han impuesto que me comporte de tal manera para una conveniencia que ni siquiera era para un beneficio mío?”. Hasta una vez me pregunté en consulta “esta persona que está aquí diciendo que es ansiosa, ¿realmente puede conectar con los síntomas que son característicos de la ansiedad?” Un sin fin de preguntas aparecen en las hipótesis de los profesionales a la hora de abordar una persona valiente que se anima a consultar.
Aclaremos un poco, los síntomas existen, el paciente los percibe así, por supuesto, y dentro del proceso psicoterapéutico se debe lograr la atenuación de los mismos y que el paciente pueda modificar ese comportamiento que tanto le molesta, sólo que ahora te propongo ¿y si le sacamos esa mochila tan pesada de ese supuesto trastorno tuyo? ¿Qué figura en tu documento de identidad…tu nombre o un trastorno? Aliviemos un poco desde ese lugar, y desde allí podremos diagramar un comportamiento que vos lo elijas y seas responsable, pero desde tu punto de vista, el más nítido –ese que estaba nublado, bloqueado, borroso–, el tuyo.
Hagamos un repaso por lo más básico, si a un niño le dices “tonto” u otras calificaciones y se lo repites varias veces, estoy convencido que, con el paso del tiempo, ese niño, va a actuar como tal. Por supuesto, alguien le indicó, le orientó y le ordenó que se comporte de tal manera. Lo que me lleva a cuestionarme, la verdad de ese niño ¿dónde quedó? ¿qué dio por válido? Aprendió a validar –y hasta dio por sentado– esos términos que lo han definido, ¿y cuáles eran los suyos? Y una vez que los reconozcas a los tuyos propios, ¿te animas a validarlos?
Un ejemplo preciso lo podes visualizar ahora mismo –y lo más peligroso– , que se da con los más pequeños, el diagnostico autismo y TGD, están a la orden del día, ¿Te imaginas a los padres afirmando en la consulta “vengo porque mi hijo es autista”? y así como en su momento fue hiperactividad…corrijo… trastorno de déficit de atención por hiperactividad, hasta la gente ya lo decía así: TDAH.
Demos un pasito más, te preguntaste alguna vez si desde esas palabras que te etiquetaron –y que erróneamente validaste– es que construiste tu forma de reaccionar ante situaciones de la vida. Detrás de esa ansiedad a la cual te refieres, ¿será que se esconde un niño que nunca pudo satisfacer sus deseos, y que se siempre le obligaron a funcionar como un robot? ¿será que le enseñar que su función era hacer mecánicamente y así perder la capacidad de disfrutar?
Considero que debemos observar y prestar atención a esa parte de nuestras vidas y no los libros, no a google. El “soy…” nos restringe, nos crea una falsa permanencia, y un sentido de pertenencia que no hemos elegido. En psicoterapia el camino no es fácil, pero es verdadero; no será placentero, pero es fructífero; no es comodo, pero es revelador. Es tu camino, no el que otros decidieron.
Líneas más arriba me referí a las personas que consultan como valientes. Sì, lo afirmo, Entrar al consultorio y expresar querer patear el tablero, no es para nada sencillo. Es mi deseo que estas líneas motiven a las personas que quieran consultar y puedan presentarse al profesional: Vengo porque Soy Valiente.
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